Opinión

Todos somos Télam


Por Jorge Azócar
Desde Buenos Aires


Una de las situaciones más vergonzosas y patéticas que desató el Gobierno de Javier Milei fue cerrar definitivamente la agencia Télam (Telenoticiosa Americana). Para que dimensionen, Télam fue la segunda agencia de noticias más grande del mundo, nació en 1945 durante el Gobierno de Juan Domingo Perón, con la intención de contar las noticias fuera de las que en ese entonces eran las únicas voces en el mundo:  United Press International y Associated Press, que eran de EEUU.

Télam, hoy tenía 755 empleados, además de corresponsales en cada una de las provincias del interior de Argentina y junto con ello mantenía convenios de cooperación con agencias de información y noticias de todas partes del mundo.

Pero el interventor que puso la administración Milei decidió cerrarlo. Poco le importó la situación laboral de sus trabajadores, y lo que es más vergonzoso es la actitud de los fanáticos de Milei. Se juntaron en la puerta de la agencia informativa con banderas, que decían “Chau gasto inútil”, eran jóvenes que no sé si alguna vez trabajaron, sin embargo, se sienten con la autoridad y el desparpajo de burlarse de los trabajadores que se quedaron cesantes. Patético.

En 1934, Enrique Santos Discépolo escribió el tango “Cambalache” y hay una estrofa que dice: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor!”

En esta época, donde la falta de empatía ha alcanzado niveles estratosféricos, donde imberbes se ufanan de trabajadores, estoy completamente seguro que “Discepolín” -como se lo conocía a este gran poeta- estaría triste, como buscando explicación en los profundos y oscuros ojos de la realidad argentina.

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