Cuando el bosque quemado se toma el espacio público
Por Claudio Díaz P.
Son 5 esculturas, pero buscan resumir un concepto tan amplio como trascendental. Con formas humanas, y una interpretación más allá de lo evidente, los artesanos locales Jorge Águila y Marcela Agüero se han planteado que el público apunte su mirada al proceso de vivir, reflexión que va enredándose como las raíces de un árbol, a través de piezas de bosque quemado de la Patagonia.
Encuentro con el bosque
Hace unos 4 años que la pareja de artesanos rurales, junto a sus hijos Nicolás, Sofía y Newén vienen trabajando con la madera de la zona, antes fue con bosque nativo, y con el ciprés de Caleta Tortel, particularmente con la madera de resaca que tira el mar.
“Siempre he vivido en el campo, específicamente en la localidad de Villa Ortega, donde se concentra una gran cantidad de bosque quemado y siempre me parecieron atractivas, de niño uno siempre ve formas o siluetas en esto. Y justamente me encontré con jorge en este camino de la vida, y él trabaja maderas desde siempre, entonces de ahí nació esta idea de ir rescatando a través de las formas este material que estaba en desuso y tirado en todos lados”, revela Marcela Agüero.
Jorge explica la diferencia de esta exposición respecto de otras, “ésta trabaja una idea, un concepto, y tratamos de sacar la figura humana de la manera más abstracta que simule etapas de la vida de las personas, desde el nacimiento, etapas en la vida y hasta la muerte. Las 5 piezas van mostrando eso, como escenas de lo que pasamos como seres humanos. Por ejemplo, la primera imagen simula una mujer en la etapa del embarazo, luego la imagen de un niño, un hombre, una pareja y termina con un descanso, la vuelta a la tierra”.
Encontrar trozos de madera adecuados para trabajar no es algo fácil, reconocen, y demanda mucho tiempo y paciencia recorrer el bosque para lograr el encuentro con la pieza y descubrirla. Luego viene la etapa de trabajarla, tratando que se mantenga lo más natural y original posible.
“Nosotros, como vivimos en una localidad rural, alrededor queda material de los incendios, la mayoría la están haciendo ‘limpia’, o sea juntan leña, la queman o la ocupan, o la dejan ahí para el uso, pero al amontonarla se va descomponiendo, entonces es un desafío, porque se va pudriendo y mucho material no sirve y va quedando poco”, explica Jorge Águila, nacido en Coyhaique.
Marcela agrega que al momento de buscar las piezas “candidatas” para lograr un concepto acabado, “a veces tú ves una raíz hermosa, la tocas y se desarma, y para montar una escultura de éstas, (la pieza) tiene que tener una cierta firmeza para que puedas trabajar, sacar la forma. Es un trabajo de caminar mucho, por lo menos no se puede hacer en vehículo, tienes que encontrar la raíz, una vez que encuentras una raíz que te entrega una idea, hay que ir con hacha sacándole la forma, descubriendo qué te entrega el palo, porque la idea de nosotros es que nuestro arte sea bien orgánico también, no es intervenir la pieza para cambiar la estructura natural, sino que sacar la forma que ella nos quiere entregar. La idea es que la figura sea lo más orgánico posible”.
Madera “momificada”
Jorge y Marcela explican que habitualmente no intervienen con aplicaciones a los trozos de madera que presentan, pero en esta obra debido a las condiciones que exige la exposición se requería alguna protección adicional.
“Generalmente no usamos nada, a nosotros nos gusta el trabajo utilitario y en las muestras anteriores no usamos nada. Súper natural. Pero en esta ocasión, la muestra va a estar al aire libre, en el paseo Horn, entonces para cuidar las piezas, que sabemos ya no vamos a encontrar piezas como éstas, porque ya son 40 ó 60 años que están expuestas en los bosques y están muy descompuestas, entonces hay que cuidarlas de alguna manera y ahí surge el ponerle algún protector, pero no nos gusta mucho, es solo para protegerlas”, precisa Marcela.
De esta manera la vida útil es auspiciosa, considerando que ya soportaron 6 décadas a la intemperie con lluvia, viento, nieve y también con el acecho del hombre, “igual nos hemos dado cuenta que influye mucho el clima, hemos probado con palos de la costa y no sirven, porque es más húmedo y se pudre más rápido. El clima de Villa Ortega, como es en altura y es frío, permite que se conserve bien la pieza, el viento como que la solidifica de alguna manera y la conserva, como las momias”.
Invadiendo espacios
Esta es la segunda exposición en esta temática para ambos artesanos patagones, también con un recorrido por ferias y piezas más utilitarias.
La inauguración y permanencia inicial de la exposición fue en la Biblioteca Regional de Aysén entre el 22 y el 27 de noviembre pasado, pero durante diciembre también estará durante una semana en el Hospital Regional y en la primera semana de enero próximo, en el Banco Chile. Será algo así como una intervención donde el bosque quemado se toma diversos espacios públicos de la ciudad, por ello para el final, y como despedida, estarán las esculturas durante 3 días en el paseo Horn.
“El objetivo para nosotros es que la gente que va al hospital se encuentre con la muestra, no es que haya una invitación abierta a que la gente vaya, sino que es para la gente que va a lugares como el banco y está haciendo ‘la cola’ se encuentre con esta sorpresa de que puede haber una obra de arte en el banco también”, anticipa Marcela Agüero.
Los artistas destacan la gestión de la producción a cargo, Verónica Ibieta, y el apoyo de las instituciones involucradas. Ello permite que la interacción con el público sea más cercana y hasta lúdica.
“La gracia de esta exposición es que está todo entregado para que la gente toque.
Son figuras que hicimos sólidas, y están firmes, para que la gente pueda viajar también a través de las texturas, los palos tienen nudos, tienen vueltas, así que la invitación es también a los niños, a la gente no vidente (…) La gente logra pegarse unos viajes con esto, por eso trabajamos con distintas texturas para que al tacto sea muy agradable.
Para nosotros es muy importante, porque como cada una es una figura abstracta y cada persona ve distintas cosas y eso igual te sorprende”, concluye Marcela.
Raíces, cortezas y pecotras
“Fue un tremendo desafío”, dicen los autores del conjunto escultórico, “porque nosotros planteamos este Fondart como una idea ‘media loca’, nunca tuvimos la esperanza de que saliera (…) fue un tremendo desafío encontrar las piezas y ver de qué forma podíamos lograr el concepto que queríamos mostrar, pero gracias a Dios se fue dando de manera natural”.
El material que entrega el bosque quemado, son raíces, la mayoría con nudos, detalla Marcela Agüero.
“Logramos encontrar harto nudo, las famosas ‘pecotras’, nudo, raíz y corteza. La idea era que en esta exposición podíamos mostrar todo lo que nos entrega el bosque quemado, la forma humana con las raíces es bastante fácil, porque tú ves brazos extendidos en todo el bosque quemado. Pero el tema de las pecotras es utilizarla también con el tema de la espera, de la maternidad, que fuera una mujer embarazada, que tuvimos la suerte de que el bosque nos regaló una pieza donde había una pecotra justamente, y ahí salió la forma. Y la corteza también, porque igual es una parte que no se utiliza mucho, pero que, por ejemplo, en la pieza del hombre también la usamos y así mostrar todas las partes que sacamos del bosque”.