[OPINIÓN] Anatomía de un Estallido: La Fragmentación
Por Claudio Díaz P. @claudio_diazp
Periodista
Cuando activamos el detonador de un explosivo, su etapa siguiente –lógicamente- es que explosione. Esta liberación simultánea, repentina y por lo general, violenta de energía tiene como uno de sus efectos, el estallido que se presenta como ondas de choque, lo que en definitiva producto del aumento de la presión y su expansión es tal, que su daño al entorno inmediato resulta devastador.
Si esta violenta expansión de presión encuentra en su camino un objeto o sujeto, le provocará con seguridad un “blast” generalizado, claro, dependerá de la cercanía con el estallido la gravedad de lo que “toque” o impacte la onda expansiva. Podrá desde lesionar, fracturar o perforar, hasta desmembrar y comprometer finalmente la integridad de todo un cuerpo inanimado o vivo”
A 4 meses del estallido que marcó la presente crisis socio-política de Chile, estamos viviendo aún esa etapa del daño. Y especialmente del efecto de “desmembramiento”, de “fragmentación” de quienes componemos la sociedad chilena. Se quiera o no, es el resultado automático que estamos viviendo, aunque en muchos casos, continúan sin asumir el proceso de desestructuración.
Pensemos en lo más obvio: El Gobierno. Que vive desde el pasado 18-O una caída en la aprobación ciudadana, una inestabilidad de liderazgo, con cambio de gabinete incluido y señales de más que autonomía legítima, profundo desalineamiento individual, cuando observamos ministros que se “salen del libreto” al pronunciarse personalmente –por ejemplo- sobre aprobar una Nueva Constitución. Un Presidente de la República que como “cabeza” de Gobierno y de su coalición, quedó “desconectado” de su cuerpo político, de sus miembros aliados y de toda la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, la Oposición política también recibió en pleno rostro la onda expansiva del estallido social. No logró anticipar la “bomba de tiempo” que estaba en cuenta regresiva y eso habla entre otras cosas de su desconexión con el mundo social, con el mundo real, ése que está fuera y más allá de las paredes del Congreso o de los partidos políticos. Así, el éxodo transversal desde las militancias de los partidos va en más de 14 mil personas, según el Servel, mientras se crean nuevos referentes como pompas de jabón que puede crecer tan rápido como sucumbir en medio de la confusión por intentar llegar más rápido al nuevo Chile. Lo frustrante hoy en política, es que pareciera que cada colectividad corre por su cuenta para evitar las esquirlas que a gran velocidad siguen llegando e impactando, por lo que están más ocupados recogiendo los pedazos esparcidos en el suelo que dejó la explosión, que de construir verdaderamente las bases de lo que requerimos a futuro. No vaya a ser que “perdamos pan y pedazo”.
También se ha configurado una fragmentación a nivel social que avanza rápidamente. Sería engañarnos que hay sólo 2 bandos en Chile. Los que están a favor de las demandas y las movilizaciones y los que no, o los que quieren o nueva Carta Magna, o los que apoyan a Piñera y los que no.
En realidad, están los que apoyan al Presidente, pero quieren que renuncie, otros lo apoyan y creen que lo está haciendo bien. También están los que no lo apoyan, pero no creen que sea la solución que renuncie, aunque piensan que lo está haciendo mal (Encuesta Tu Influyes). Asimismo, ante el plebiscito de una Nueva Constitución, detrás de las 2 opciones de Apruebo y Rechazo, conviven diversos matices canónicos, políticos, económicos, sociales y hasta sexuales. Ello explica que los oficialistas de Renovación Nacional participen en ambos frentes de la franja televisiva definida para el plebiscito, mientras sus aliados en el Gobierno, Evópoli estén como partido por el Apruebo, aunque dejen en libertad a sus militantes. No dudo incluso, que en la DC -aunque claro de manera más subyacente- “duerma” una buena parte de un voto “fantasma” por la opción Rechazo. Chile hoy es un arcoíris más complejo que en 1990, del cual el país no ha querido auto-notificarse, pese a lo vivido en estos últimos 30 años y 4 meses.
Ciertamente, no podemos descuidar esas otras lesiones, las nerviosas por acción neuropsíquica tras un trauma explosivo o estallido. Aquí el shock, la emoción, la psicosis, que incluye confusión, delirio y hasta demencia, son parte también de lo que estamos viviendo. Sino, no podríamos entender que el Presidente Piñera hablase de “guerra”, “enemigo interno poderoso” o “injerencia extranjera”. O que un senador UDI como Iván Moreira, fustigue a una empresa de cuadernos en Chile por la portada en sus productos en que figura un grafitero, asociándolo como una comercialización y validación de la violencia. Peor aún, que el mismo día, grandes empresas del retail retiren de sus góndolas y de la venta al público los supuestos “cuadernos violentos”: Pánico. Psicosis. Delirio.
La economía es otro reservorio del shock y la confusión, tras el estallido. Sin desatender el objetivo daño millonario a la infraestructura pública y a locales comerciales pequeños y de grandes empresas, también se agudiza la confianza en una economía estable por el ambiente y disposición empresarial ante la crisis, es decir, un discurso afín a las “demandas sociales”, pero en la práctica reticentes a avanzar en concreto y de fondo en legislación que encamine esas demandas. Sumémosle, los despidos por necesidad de la empresa, y la espera cómoda a que el país “se normalice” mágicamente, pero sin perder los jugosos márgenes de ganancia, los privilegios tributarios y legales, y con conductas impropias de una sociedad democrática que incluso se mantienen hasta hoy.
Los puntos de impactos más reconocibles ya están a la vista y son profundos, sin duda, habrá otros que se descubrirán con el tiempo, incluso como secuelas tardías de un trauma generalizado. De hecho, sabemos muy bien que Carabineros, Ejército, la prensa, el espectáculo, las iglesias, entre otros, no escaparon a la gran onda expansiva que nos alcanzó a todos.
La cuestión final es que restan “esquirlas” en el ambiente, y aunque la fragmentación o desmembramiento social es esperable como consecuencia inmediata al estallido, como país nos cuesta todavía conscientemente volver a restituirnos, a establecernos como una integridad social y política para dejar atrás el shock. Y no me refiero a que nos conduzcamos a pensar todos lo mismo o a vivir una sola versión como modelo de vida en Chile, sino que simplemente logremos instalar un acuerdo básico, solidario como sociedad, es decir, compartir los mínimos denominadores que permitan a las instituciones ponerse de pie, limpiarse las ropas, revisar que los sentidos están aptos para continuar adelante y comenzar a dar los primeros pasos en la dirección que definamos. Pero claro, eso lo podrán asumir verdaderamente los referentes que -primero- hayan logrado sobrevivir al estallido, y cuando el desmembramiento no haya comprometido su integridad vital.