[OPINIÓN] ¡¡Honorabilísimo, Ilustrísimo, Excelentísimo!!
Por Jorge Calderón N. @jcalderon_cl
Sociólogo
El título es excelso, más que glorioso y magnificente, y alude a los adjetivos con grado superlativo, que dan cuenta del tratamiento que se concede a instituciones y personas a las que según el protocolo oficial en Chile, les corresponde dada la investidura del cargo, a quienes lo ostentan.
De esta manera es habitual, y obligatorio, referirse así a Presidentes de la República, Ministros de Corte, Senadores y Diputados, entre otras altas autoridades, agregando que según la Real Academia Española, estos adjetivos están asociados a un «tratamiento de respeto en razón de su cargo y dignidad».
Esta forma de relacionarse con la autoridad, viene siendo parte del denominado orden social, asociado también a la jerarquía.
Y es que cuando escuchamos “hay que respetar la dignidad del cargo”, debemos entender que la afirmación trae consigo al menos 2 dimensiones:
La primera, probablemente la más demandada, se relaciona directamente con el respeto al cargo que se desempeña y cómo ese respeto se exige a la ciudadanía.
La segunda dimensión, trata del respeto a sí mismo que debe tener la autoridad con el cargo ostentado, y se vincula con la probidad, la conducta intachable y la honestidad de quienes ejercen la «cosa pública».
Y es esta segunda dimensión, la que ha traído consecuencias insospechadas en un país que se jactaba de tener instituciones ‘a toda prueba’, y es que a los asaltos ‘a mano armada’ en las arcas fiscales, por diversos personeros, hoy también se suman hechos que ponen en duda a la autoridad.
“Excelentísimos” que ponen ‘en duda’ la veracidad de acusaciones de delitos cuando se trata de un pariente.
“Ilustrísimos”, que están pasando a sentarse en el banquillo de los acusados.
Y “honorables”, con prontuario conocido, cuyo entorno se vincula al envío de correos maliciosos.
“Hay que respetar la dignidad del cargo”, partiendo por casa…