Opinión

COLUMNA EPD: «Debajo de la sotanas… «

Han sido largas décadas de ocultar situaciones como éstas, no solo fuera de nuestro país, de hecho esta semana saltó a la luz pública una denuncia contra el obispo de Iquique, Marco Antonio Órdenes, quien fue objeto durante 6 meses de una reservada investigación por parte del Vaticano, y que se conoció sólo por la publicación de prensa de diario La Tercera.

 

Por Claudio Díaz Peña (*)
cdiaz@elpatagondomingo.cl / @claudio_diazp

 

Esta semana se cumplieron 50 años desde que la Iglesia Católica vivió un proceso de renovación para ponerse más acorde a los tiempos.  Y es que en 1962 el Concilio Vaticano II  reunió a la jerarquía mundial eclesiástica bajo el pontificado del Papa Juan XXIII. Así, se iniciaron modificaciones de forma y fondo para relacionarse con los feligreses y el mundo.

De ahí que en adelante, las y los católicos notaron no sólo cambios en la vestimenta de los sacerdotes y actualizaciones en la liturgia, además fue un punto de partida en que se imprimió gran relevancia a la gente, instando a que la jerarquía de la Iglesia estuviera al servicio del pueblo de Dios, y no al revés.

Sin embargo, tras medio siglo de esta apertura y acercamiento a la comunidad, por estos días la Iglesia Católica vive uno de sus peores momentos en Chile y en el mundo.

De hecho, Polonia se ha estremecido recientemente por el caso de un cura -acusado de pederastia- que fue encontrado calcinado. Pero eso no es todo.

Esta semana, la edición polaca de la revista Newsweek escandalizó con su portada en que aparecen 2 hombres vestidos de sacerdotes besándose apasionadamente, bajo el título «Sexo después de Dios». La historia la narra un periodista que se hizo pasar por sacerdote homosexual y de esta manera contactó un grupo de curas gays quienes están bastante organizados para respaldarse mutuamente, ya sea para ganar influencia en su carrera eclesiástica como para intercambiar información sobre «novios discretos».

Han sido largas décadas de ocultar situaciones como éstas, no solo fuera de nuestro país, de hecho esta semana saltó a la luz pública una denuncia contra el obispo de Iquique, Marco Antonio Órdenes, quien fue objeto durante 6 meses de una reservada investigación por parte del Vaticano, y que se conoció sólo por la publicación de prensa de diario La Tercera.

Según el matutino, el joven supuestamente abusado fue objeto de estas situaciones entre los 14 y 21 años, ilícitos que se mantuvieron por la influencia que tenía Órdenes sobre el joven, al ser su confesor y director espiritual.  Ayer, la Fiscalía anunció la reapertura de las indagatorias para solicitar a la Nunciatura los antecedentes de la investigación eclesiástica.

Antes en 2002, el organizador de la visita del Papa Juan Pablo II a Chile, obispo de La Serena, Francisco José Cox Hunneus renunció al cargo por «conductas impropias» con menores que recogía de la calle en un vehículo. Cox no fue procesado en la justicia canónica ni ordinaria, pero dejó saber que se arrepintió y justificó sus actos, aduciendo un trastorno mental. La iglesia católica chilena lo recluyó en un monasterio en Alemania, donde se encuentra hasta hoy.

Lo cierto es que ejemplos de la protección brindada desde la Santa Sede existen en todo el mundo, y algunos tan escandalosos como la que se dio al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, acusado de decenas de casos de abuso sexual hasta su muerte.

En Chile, desde el Cura Tato, pasando por Fernando Karadima, y más recientemente el padre John O’Relly o el obispo de Iquique… suman un gran prontuario al interior de la curia.

En 2003, la justicia condenó a 12 años de presidio al ex sacerdote José Andrés Aguirre, el «cura Tato», por 9 delitos de abuso sexual contra menores y uno de estupro, inhabilitándolo a perpetuidad para cargos y oficios públicos y derechos políticos, y a pagar de 50 millones de pesos como indemnización del daño producido.

En 2005,  fue condenado en Punta Arenas -a pena remitida de 540 días de carcel-  el sacerdote Víctor Hugo Carrera, por abuso sexual contra un menor de 13 años.

Súmele también en 2008 el caso del sacerdote del Instituto Salesiano de Valdivia, Marcelo Morales Vásquez, procesado por abuso sexual y producción de pornografía infantil. Y en 2009 otro presbítero, el del Liceo Alemán del Verbo Divino de Chicureo, el filipino Richard Aguinaldo, que abusó de 2 alumnas.

Y en 2010, el cura párroco de Melipilla, Ricardo Alberto Muñoz Quinteros, que con una doble vida en Curacaví, tenía no sólo 2 hijos con una conviviente, además se reunía en moteles con jóvencitas menores de edad usando el auto del obispado. El curita Muñoz fue condenado además por el abuso sexual de su hijita de 4 años, a la cual le tomaba fotos desnudas.

No olvidemos al sacerdote español José Ángel Arregui Eraña, condenado tambien el 2010 a 817 días de cárcel por almacenamiento de pornografía infantil, que incluía imágenes de sadomasoquismo, coprofilia, urofilia y sexo con bebés.

Y cómo no recordar al padre Francisco Valenzuela Sanhueza, sentenciado por abusos sexuales y violaciones de 3 menores que integraban el coro de la iglesia de Putaendo.

En Aysén, en el proceso que se sigue por denuncias de abusos sexuales contra menores en el Hogar Villa San Luis aún no está dicha la última palabra. Aquí aunque el imputado no es un clérigo, se trata de un centro de acogida -dependiente del Vicariato Apostolico. Y habrá que esperar aún que resulta de la apelación de la Fiscalía de Coyhaique, presentada este martes a la Corte de Apelaciones, luego que la semana pasada el Juzgado de Garantía local sobreseyó y dejó en libertad al imputado de 48 años,  formalizado en agosto pasado, por delitos de abuso sexual y violaciones reiteradas efectuadas entre 2002 y 2004, contra al menos 2 menores de edad.

La Carta Pastoral, dada a conocer el pasado jueves por la Conferencia Epsicopal de Chile, es significativa en este sentido, porque actualiza la posición de la Iglesia ante los abundantes y contundentes hechos mencionados en la última década. En 63 páginas, el documento pide perdón a los afectados y reconoce que estas situaciones han mermado la credibilidad de la Iglesia. Y lo esencial como postuló el Concilio Vaticano II hace 50 años es que la Iglesia sirva a los pobres y a los oprimidos, que en estos son los afectados de abuso, no los que aprovechando su condición de poder, influencia y confianza al vestir una sotana quieren, ahora, aparecer como víctimas de la sociedad y de sus propios demonios…

 

(*) Es Periodista y Editor de Contenidos de EPD Comunicaciones Ltda.

 

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