Opinión

COLUMNA EPD: «Tarea pa’ la casa…»

La conclusión aquí, es que al tiempo que un 64% de los chilenos demuestra un alto compromiso con la conciencia medio ambiental -valorándola incluso con nota entre 6 y 7-, existe una brecha, una diferencia vital, al responder por las medidas que cada uno estaría dispuesto o dispuesta a tomar en serio, si eso le significara un perjuicio respecto de sus actual estilo de vida. Pocos dan el ancho seriamente.

 

Por Claudio Díaz Peña (*)
cdiaz@elpatagondomingo.cl / @claudio_diazp

 

Transparencia, Vínculo Social y Compromiso con el Medioambiente, son hoy 3 pilares que se han establecido para juzgar a las empresas, a los políticos y el sentido de diferentes movimientos que levantan demandas sociales a lo largo del país.

Quienes logran cumplir con una imagen confiable Transparencia, Vínculo Social y Compromiso con el Medioambiente, sin duda logran mayor adhesión y credibilidad. Las empresas trabajan estas variables desde hace un tiempo en la llamada RSE, ahora si se trata de un político y a lo anterior le agrega algo de carisma, se va por un tubo… Parte de esa mixtura puede explicar, incluso, el apoyo pétreo que mantiene Bachelet, la simpatía por la díscola postura del senador Horvath, el frénetico apoyo al liderazgo de Iván fuentes durante la  movilización social en Aysén, o la mediática precandidatura del “emergente” director de Cochilco, Franco Parisi, etc…

Claro, Transparencia, Vínculo Social y Compromiso con el Medioambiente son elementos que se exigen hoy a raja tabla desde la ciudadanía, son argumentos “duros” para movilizarse y que concitan casi instantáneo respaldo ante cualquier situación que huela a poder.

¿Pero qué tan transparente somos como país?

El reciente Estudio Calidad Acceso a Información Pública en Chile, dado a conocer por Chile Transparente, concluyó que en Chile el acceso a la información pública en transparencia activa es aún “reguleque”. La encuesta consultó a 361 estudiantes universitarios que analizaron páginas web de 52 instituciones del Estado, y calificó con nota 4,5 la calidad del acceso a la información pública, en una escala de 1 a 7.

Además, 6 de cada 10 personas (62%), consideró mala o regular la “amigabilidad” de los sitios web fiscales. El 53% reprobó la «comprensión» de la información publicada. Básicamente, la mayoría consultada en el sondeo reconoció que frecuentemente aunque la información pública está efectivamente disponible, en definitiva no es clara o es difícil de entender. ¿Una trampa de la transparencia?

Pero decíamos que la tríada  es Transparencia, Vínculo Social y Compromiso con el Medioambiente.

¿Y cómo anda nuestro compromiso social? La última medición del estudio británico «Cultura y autoconcepto: aclarando las diferencias» (Culture and Self-construals: Clarifying the Differences), señala a Chile como el segundo país más individualista en el mundo. Estamos justo después de EEUU.

El estudio que analizó los valores culturales de 36 países en el globo terráqueo, evidenció que en las últimas 3 décadas, nuestro país ha experimentado cambios sociales que han transformado nuestros valores. Claro, ya no hablamos con los vecinos, y preferimos hablar con nuestros Iphone, usar Facebook y redes sociales. Sumémosle un consumo desatado, donde prácticamente cada integrante de la familia puede llegar a tener su propio televisor, así tenemos la receta perfecta para la nueva individualidad chilensis que resalta la competencia –por todo- con el que está al lado…

Sin embargo, lo que más me llama la atención está en el ámbito del Compromiso Medioambiental. Un estudio realizado por la Universidad Andrés Bello (UAB) en las ciudades más pobladas del país (Santiago, Valparaíso y Concepción) reveló recientemente qué tanto las personas están dispuestas a aplicar en la práctica su defensa del medioambiente.

La conclusión aquí, es que al tiempo que un 64% de los chilenos demuestra un alto compromiso con la conciencia medio ambiental -valorándola incluso con nota entre 6 y 7-, existe una brecha, una diferencia vital, al responder por las medidas que cada uno estaría dispuesto o dispuesta a tomar en serio, si eso le significara un perjuicio respecto de sus actual estilo de vida. Pocos dan el ancho seriamente.

Por ejemplo, en la Región del Bío-Bío, hubo un escaso interés (18%) en estar dispuesto a dejar la leña como combustible para la calefacción (consignando que en las otras 2 regiones el  77% respondió positivamente). Y al consultar si pagaría más por un producto que cuida el medio ambiente, casi un tercio (28%) dijo que no gastaría un peso más.

Ciertamente, hay un precipicio abrupto entre discurso ciudadano y su praxis. Queremos solidaridad y una sociedad más justa, pero evidenciamos férreo individualismo. No queremos industrias de aluminio o carbón y miramos al techo cuando compramos el último celular, lavadora o tablet que inevitablemente usa componentes y tecnología de esas fábricas. Queremos y nos abanderizamos por el aire puro, pero poca disposición hay a dejar la chimenea humeante, el jeep petrolero o simplemente a dejar de fumar en espacios cerrados.

Tanto puede ser la dicotomía individual -que también se exige al mundo político, a las instituciones y a empresas- que una de las conclusiones resulta la más anecdótica, y es que muchas veces, marchar por los temas sociales, tuitear en  la ‘onda verde’ o reclamar transparencia, no siempre tiene que ver con la conciencia plena de esas demandas. Tal como lo dejar ver el sondeo de la UAB en cuanto a que el uso de las ampolletas de ahorro de energía en las viviendas, son utilizadas por 9 de cada 10 personas argumentando que simplemente las prefieren porque “ahorran dinero” -una cuestión puramente económica- mientras que sólo 1 de cada 10 consultados dice hacerlo porque son “amigables con el medio ambiente” o porque “está de moda”…  Tarea pa’ la casa.

 

 

(*) Es Periodista y Editor de Contenidos de EPD Comunicaciones Ltda.

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