Opinión

COLUMNA EPD: «Cuando la política se muerde la cola»

En nuestra vida institucional la descalificación y el descrédito hacia los políticos ya lo vivimos con una frase que se escuchó durante 17 años…“los señores políticos”…Esta descalificación sostenida generó en el colectivo, la imagen que política es igual a sinvergüencería, a falta de probidad, tráfico de influencias, etc., cuestiones que cada cierto tiempo, nuestra clase política deja en evidencia, para  luego  recriminarse a sí misma.

 

Por Jorge Díaz Guzmán (*)
jdiazguzman@elpatagondomingo.cl

 

 

Las declaraciones del ex ministro de Hacienda y precandidato presidencial Andrés Velasco, que cuestionan las práctica políticas del senador Guido Girardi, pusieron nuevamente en el debate la calidad de la política en el país, desatando una serie de descalificaciones entre sí, que si bien es cierto, en la forma deterioran la imagen de quienes se dedican a la función política, a mi juicio, contribuye a que ésta mejore.

La frontera entre la descalificación de la función pública, el rol que juegan la política en la vida nacional y el desprecio por la misma, es muy tenue cuando no se habla claro.

En nuestra vida institucional la descalificación y el descrédito hacia los políticos ya lo vivimos con una frase que se escuchó durante 17 años…“los señores políticos”…Esta descalificación sostenida generó en el colectivo, la imagen que política es igual a sinvergüencería, a falta de probidad, tráfico de influencias, etc., cuestiones que cada cierto tiempo, nuestra clase política deja en evidencia, para  luego  recriminarse a sí misma.

Velasco, acusa de malas prácticas en el quehacer político y el promover el «clientelismo» partidario al senador Giardi. Por su parte el acusado, retruca señalando que el ministro quiere aparecer como «blanca paloma», dando a entender que él hizo lo mismo. Lo cierto es que los dimes y diretes, no contribuyen para nada a que los casi 5 millones de nuevos electores se interesen por la política.

La denuncia del ex secretario de Estado, recuerdan a Carlos Ibáñez del Campo, que desprestigiando la política -no obstante haber participado toda la vida en ella-, sostuvo en su campaña de 1952, que terminaría con el clientelismo político y usando como símbolo la escoba, recorrió el país señalando que barrería con la corrupción de los políticos, así ese año, llegó a La Moneda por segunda vez. La primera había sido de manera fáctica en 1927.

 Es cierto, desprestigiar la política a veces trae buenos dividendos electorales, pero suele ser peligroso, porque pone a los ciudadanos contra quienes de verdad tienen la convicción, que la cosa pública, no puede administrarse, en un sistema democrático, si no es a través de la acción política.

Hoy, los ciudadanos ejercen un mayor control social respecto de la función pública, y las instituciones del Estado, ponen cada vez más énfasis en los sistemas regulatorios y fiscalizadores, precisamente para desvirtuar lo que está instalado en gran parte de la ciudadanía, que la política y la función pública está bajo sospecha.

Por tanto la denuncia y la descalificación permanente a la clase gobernante, a los empresarios y a las instituciones públicas en general, al final del día, debilitan la democracia en su conjunto si no hace distinguiendo, las malas prácticas, con el  ejercicio legítimo del poder.

Lo atractivo del debate actual, a propósito de las denuncia del ex ministro de hacienda, del surgimiento de los «Iván Fuentes», del movimiento estudiantil, y la discusión de como terminar con los enclaves autoritarios, como el sistema binominal, es que todos, a través de la crítica a nuestras instituciones, aportan a mejorar la calidad de la política y al perfeccionamiento de nuestra democracia.

 

(*) Es Comunicador Social y Director Ejecutivo de EPD Comunicaciones Ltda.
 

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